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SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA - 12 DE MARZO

SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA - 12 DE MARZO

En este 2º Domingo de Cuaresma se nos invita a acercarnos más a Jesús, a exigirnos más. Hoy se nos regala la gran escena de la Transfiguración, una escena que nos tiene que llevar a reflexionar y a exigirnos transformar nuestra vida en la vida de Jesús.

Es una gran invitación que nos hace la Cuaresma: retirarnos un poco de las cosas, de las preocupaciones diarias, para disfrutar de la cercanía de Dios.Es una gran experiencia de fe.

Se nos invita a transformarnos, a cambiar nuestra realidad, a empezar un camino nuevo, pero el camino pasa por la Cruz.  Tenemos que escuchar en nuestro interior, tenemos que subir al monte y tenemos que quitarnos de nuestro mundo para llenarnos de la teofanía de Jesús. Hoy le tenemos que pedir mucho al Señor sentirnos firmes y seguros y dispuestos a cambiar de vida, dispuestos a deslumbrarnos por su luz, dispuestos a acercarnos a Él, a deslumbrarnos con su Amor. Y cuando nos acerquemos a Él, todo cambiará.

El camino de la gloria pasa por la Cruz. Tú y yo vamos a pedirle mucho que nos ilumine Él, que nos inunde con su luz, que nos deje así, extasiados, admirados; que brille tanto en el fondo de nuestro corazón que no veamos, que seamos imperceptibles a lo demás. Le damos gracias también a Jesús por ayudarnos a subir a la montaña para llevarnos con Él, para llegar a experimentar ese momento de alegría en medio de la prueba. Que nos des fuerza para todos los momentos duros, que entendamos también la cruz y que entendamos que todo se tiene que transfigurar en ti.

Día de la Transfiguración. Día de la gran teofanía. Día del amor. Que esta semana luchemos y trabajemos por subir al Tabor, al monte, y allí disfrutar de la gran teofanía y de la gran manifestación del Amor de Dios. ES como un anticipo del cielo, donde vere­mos a Jesús resucitado en la plenitud de su gloria.
PRIMER DOMINGO DE CUARESMA - 5 de marzo

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA - 5 de marzo

El texto del evangelio del primer domingo de Cuaresma nos presenta las tentaciones de Jesús al comienzo de su vida pública.

Jesús no huyó de su realidad humana y se hizo uno de nosotros. Por eso sintió la tentación en su propia carne. Jesús supo responder con firmeza y coraje a los halagos de la tentación y por eso salió victorioso de ella. Jesús nos enseña con sus tentaciones que para el creyente sólo Dios nuestro Padre es digno de adoración, aunque constantemente se nos estén ofreciendo otros “dioses” o “ídolos” que quieren sustituir al Único Dios, el Señor.
A este cambio Jesús invitó a la gente después de las tentaciones, cuando proclamó: “Cambien sus caminos, porque el Reino de los Cielos está ahora cerca” (Mateo 4,17).

LA CUARESMA ES CAMINO DE CONVERSIÓN

Ayúdanos, Señor, a convertir nuestras manos para que sean abiertas y generosas, a convertir nuestros oídos para que estén abiertos a tu Palabra y al clamor de los necesitados, a convertir nuestros ojos para que no deslumbren por la riqueza. Ayúdanos, Señor, a convertir nuestro corazón endurecido en un corazón de carne, ayúdanos a convertir nuestro orgullo en humilde servicio. Ayúdanos, Señor, a convertir nuestras codicias en generosidad, nuestra agresividad en no‐violencia activa, nuestro desaliento y cansancios en esperanza.
CUARESMA - CAMINO HACIA LA PASCUA

CUARESMA - CAMINO HACIA LA PASCUA

MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO PARA LA CUARESMA 2017

LA PALABRA ES UN DOM. EL OTRO ES UN DON

Queridos hermanos y hermanas:

La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor. Jesús es el amigo fiel que nunca nos abandona, porque incluso cuando pecamos espera pacientemente que volvamos a él y, con esta espera, manifiesta su voluntad de perdonar (cf. Homilía, 8 enero 2016).

La Cuaresma es un tiempo propicio para intensificar la vida del espíritu a través de los medios santos que la Iglesia nos ofrece: el ayuno, la oración y la limosna. En la base de todo está la Palabra de Dios, que en este tiempo se nos invita a escuchar y a meditar con mayor frecuencia. En concreto, quisiera centrarme aquí en la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro (cf. Lc 16,19-31). Dejémonos guiar por este relato tan significativo, que nos da la clave para entender cómo hemos de comportarnos para alcanzar la verdadera felicidad y la vida eterna, exhortándonos a una sincera conversión.
1. El otro es un don

La parábola comienza presentando a los dos personajes principales, pero el pobre es el que viene descrito con más detalle: él se encuentra en una situación desesperada y no tiene fuerza ni para levantarse, está echado a la puerta del rico y come las migajas que caen de su mesa, tiene llagas por todo el cuerpo y los perros vienen a lamérselas (cf. vv. 20-21). El cuadro es sombrío, y el hombre degradado y humillado.

La escena resulta aún más dramática si consideramos que el pobre se llama Lázaro: un nombre repleto de promesas, que significa literalmente «Dios ayuda». Este no es un personaje anónimo, tiene rasgos precisos y se presenta como alguien con una historia personal. Mientras que para el rico es como si fuera invisible, para nosotros es alguien conocido y casi familiar, tiene un rostro; y, como tal, es un don, un tesoro de valor incalculable, un ser querido, amado, recordado por Dios, aunque su condición concreta sea la de un desecho humano (cf. Homilía, 8 enero 2016).

Lázaro nos enseña que el otro es un don. La justa relación con las personas consiste en reconocer con gratitud su valor. Incluso el pobre en la puerta del rico, no es una carga molesta, sino una llamada a convertirse y a cambiar de vida. La primera invitación que nos hace esta parábola es la de abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido. La Cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo. Cada uno de nosotros los encontramos en nuestro camino. Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor. La Palabra de Dios nos ayuda a abrir los ojos para acoger la vida y amarla, sobre todo cuando es débil. Pero para hacer esto hay que tomar en serio también lo que el Evangelio nos revela acerca del hombre rico.

2. El pecado nos ciega

La parábola es despiadada al mostrar las contradicciones en las que se encuentra el rico (cf. v. 19). Este personaje, al contrario que el pobre Lázaro, no tiene un nombre, se le califica sólo como «rico». Su opulencia se manifiesta en la ropa que viste, de un lujo exagerado. La púrpura, en efecto, era muy valiosa, más que la plata y el oro, y por eso estaba reservada a las divinidades (cf. Jr 10,9) y a los reyes (cf. Jc 8,26). La tela era de un lino especial que contribuía a dar al aspecto un carácter casi sagrado. Por tanto, la riqueza de este hombre es excesiva, también porque la exhibía de manera habitual todos los días: «Banqueteaba espléndidamente cada día» (v. 19). En él se vislumbra de forma patente la corrupción del pecado, que se realiza en tres momentos sucesivos: el amor al dinero, la vanidad y la soberbia (cf. Homilía, 20 septiembre 2013).

El apóstol Pablo dice que «la codicia es la raíz de todos los males» (1 Tm 6,10). Esta es la causa principal de la corrupción y fuente de envidias, pleitos y recelos. El dinero puede llegar a dominarnos hasta convertirse en un ídolo tiránico (cf. Exh. ap. Evangelii gaudium, 55). En lugar de ser un instrumento a nuestro servicio para hacer el bien y ejercer la solidaridad con los demás, el dinero puede someternos, a nosotros y a todo el mundo, a una lógica egoísta que no deja lugar al amor e impide la paz.

La parábola nos muestra cómo la codicia del rico lo hace vanidoso. Su personalidad se desarrolla en la apariencia, en hacer ver a los demás lo que él se puede permitir. Pero la apariencia esconde un vacío interior. Su vida está prisionera de la exterioridad, de la dimensión más superficial y efímera de la existencia (cf. ibíd., 62).

El peldaño más bajo de esta decadencia moral es la soberbia. El hombre rico se viste como si fuera un rey, simula las maneras de un dios, olvidando que es simplemente un mortal. Para el hombre corrompido por el amor a las riquezas, no existe otra cosa que el propio yo, y por eso las personas que están a su alrededor no merecen su atención. El fruto del apego al dinero es una especie de ceguera: el rico no ve al pobre hambriento, llagado y postrado en su humillación.

Cuando miramos a este personaje, se entiende por qué el Evangelio condena con tanta claridad el amor al dinero: «Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero» (Mt 6,24).
3. La Palabra es un don

El Evangelio del rico y el pobre Lázaro nos ayuda a prepararnos bien para la Pascua que se acerca. La liturgia del Miércoles de Ceniza nos invita a vivir una experiencia semejante a la que el rico ha vivido de manera muy dramática. El sacerdote, mientras impone la ceniza en la cabeza, dice las siguientes palabras: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás». El rico y el pobre, en efecto, mueren, y la parte principal de la parábola se desarrolla en el más allá. Los dos personajes descubren de repente que «sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él» (1 Tm 6,7).

También nuestra mirada se dirige al más allá, donde el rico mantiene un diálogo con Abraham, al que llama «padre» (Lc 16,24.27), demostrando que pertenece al pueblo de Dios. Este aspecto hace que su vida sea todavía más contradictoria, ya que hasta ahora no se había dicho nada de su relación con Dios. En efecto, en su vida no había lugar para Dios, siendo él mismo su único dios.

El rico sólo reconoce a Lázaro en medio de los tormentos de la otra vida, y quiere que sea el pobre quien le alivie su sufrimiento con un poco de agua. Los gestos que se piden a Lázaro son semejantes a los que el rico hubiera tenido que hacer y nunca realizó. Abraham, sin embargo, le explica: «Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces» (v. 25). En el más allá se restablece una cierta equidad y los males de la vida se equilibran con los bienes.

La parábola se prolonga, y de esta manera su mensaje se dirige a todos los cristianos. En efecto, el rico, cuyos hermanos todavía viven, pide a Abraham que les envíe a Lázaro para advertirles; pero Abraham le responde: «Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen» (v. 29). Y, frente a la objeción del rico, añade: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto» (v. 31).

De esta manera se descubre el verdadero problema del rico: la raíz de sus males está en no prestar oído a la Palabra de Dios; esto es lo que le llevó a no amar ya a Dios y por tanto a despreciar al prójimo. La Palabra de Dios es una fuerza viva, capaz de suscitar la conversión del corazón de los hombres y orientar nuevamente a Dios. Cerrar el corazón al don de Dios que habla tiene como efecto cerrar el corazón al don del hermano.

Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma es el tiempo propicio para renovarse en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los sacramentos y en el prójimo. El Señor ―que en los cuarenta días que pasó en el desierto venció los engaños del Tentador― nos muestra el camino a seguir. Que el Espíritu Santo nos guíe a realizar un verdadero camino de conversión, para redescubrir el don de la Palabra de Dios, ser purificados del pecado que nos ciega y servir a Cristo presente en los hermanos necesitados. Animo a todos los fieles a que manifiesten también esta renovación espiritual participando en las campañas de Cuaresma que muchas organizaciones de la Iglesia promueven en distintas partes del mundo para que aumente la cultura del encuentro en la única familia humana. Oremos unos por otros para que, participando de la victoria de Cristo, sepamos abrir nuestras puertas a los débiles y a los pobres. Entonces viviremos y daremos un testimonio pleno de la alegría de la Pascua.

Vaticano, 18 de octubre de 2016, Fiesta de san Lucas Evangelista.
MIERCOLES DE CENIZA -1 DE MARZO 2017

MIERCOLES DE CENIZA -1 DE MARZO 2017

El Miércoles de Ceniza del año 2017 tiene lugar el 1 de Marzo. En este día los católicos tienen un día de ayuno, y se realiza la imposición de ceniza a los fieles que asisten a misa. El Miércoles de Ceniza marca el inicio a la Cuaresma (40 días de preparación para la Pascua), que comienza el Miércoles de Ceniza y termina en la tarde del Jueves Santo.

Las cenizas se elaboran a partir de la quema de ramas de olivo del Domingo de Ramos del año anterior, siendo luego bendecidas. Estas son colocadas sobre la frente de los fieles mientras pronuncian las palabras “recuerda que polvo eres y en polvo te has de convertir”. La ceniza representa la destrucción de los errores del año anterior, al ser éstos quemados.

El término “ceniza” viene del latín "cinis", siendo el producto resultante de la combustión del fuego. Este residuo frío y pulverulento pronto adquirió un sentido simbólico de muerte y caducidad, así como de humildad y penitencia. La ceniza simboliza la muerte, la conciencia de la nada y de la vanidad de las cosas. A los cristianos les recuerda que esta vida es tan sólo una preparación, siendo el verdadero destino llegar a Dios en la vida eterna.

El Papa Francisco nos dice que la Cuaresma es un tiempo para huir de la hipocresía y practicar de corazón el ayuno, la limosna y la oración.

CONVOCATORIA ASAMBLEA GENERAL - 5 MARZO

CONVOCATORIA ASAMBLEA GENERAL - 5 MARZO

Estimadas hermanas y hermanos.

Por la presente, de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 15 y siguientes de los Estatutos de nuestra Hermandad, se le convoca a la ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA, que se celebrará D.M. En el SALÓN DE REUNIONES sito en la calle Iglesia nº 3, de esta localidad, el domingo día 5 de marzo de 2017, TRAS LA MISA DOMINICAL, a las 13:00 horas, en primera convocatoria, y a las 13:15 horas en segunda convocatoria, si no hubiese quórum suficiente en la primera.

ORDEN DEL DÍA:

  1. Saludo de la Hermana Mayor y del Consiliario.

  2. Lectura del acta anterior y aprobación, si procede.

  3. Estado de cuentas del año 2016 y aprobación, si procede.

  4. Informaciones varias.
  5. Ruegos y preguntas

Esperando poder contar con su asistencia, aprovechamos la ocasión para enviarle un cordial saludo y un fraternal abrazo en Cristo.


Dalías (Almería) a, 13 de febrero de 2017



Vº Bº

LA HERMANA MAYOR                                                                                           LA SECRETARIA




Fdo.: Cándida Mª Criado Aranda                                                                         Fdo.: Mª Rosa Villegas Pérez

FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR Y DE LA VIDA CONSAGRADA

FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR Y DE LA VIDA CONSAGRADA

Hoy día 2 de febrero celebra la iglesia la Fiesta de la Presentación del Señor en el Templo. También conocida como La festividad de Ntra. Sra. de las Candelas y la Jornada Mundial de la Vida Consagrada
La liturgia de hoy nos dice que con ese rito, a los 40 días de nacer, el Señor «fue presentado en el templo para cumplir la ley, pero sobre todo para encontrarse con el pueblo creyente». El encuentro de Dios con su pueblo despierta la alegría y renueva la esperanza.

Al revivir este misterio en la fe, la Iglesia da de nuevo la bienvenida a Cristo. Ese es el verdadero sentido de la fiesta. Es la "Fiesta del Encuentro", el encuentro de Cristo y su Iglesia. Esto vale para cualquier celebración litúrgica, pero especialmente para esta fiesta. La liturgia nos invita a dar la bienvenida a Cristo y a su madre, como lo hizo su propio pueblo de antaño: "Oh Sión, adorna tu cámara nupcial y da la bienvenida a Cristo el Rey; abraza a María, porque ella es la verdadera puerta del cielo y te trae al glorioso Rey de la luz nueva".

Se recuerda cómo Simeón y Ana, guiados por el Espíritu, vinieron al templo y reconocieron a Cristo como su Señor. "Unidos por el Espíritu, vayamos ahora a la casa de Dios a dar la bienvenida a Cristo, el Señor. Le reconoceremos allí en la fracción del pan hasta que venga de nuevo en gloria".

Se alude claramente al encuentro sacramental y sabemos que este encuentro tendrá lugar en la eucaristía, en la palabra y en el sacramento. Entramos en contacto con Cristo a través de la liturgia; por ella tenemos también acceso a su gracia.

La fiesta de la presentación es una fiesta de Cristo antes que cualquier otra cosa. Es un misterio de salvación. El nombre "presentación" habla de ofrecimiento, sacrificio. "Heme aquí que vengo a hacer tu voluntad".

María es la que presenta a Jesús en el templo; junto a su esposo José, pues se menciona a ambos padres. Para María, la presentación y ofrenda de su hijo en el templo no era un simple gesto ritual, fue un acto de ofrecimiento verdadero y consciente. Significaba que ella ofrecía a su hijo para la obra de la redención con la que él estaba comprometido desde un principio. Ella renunciaba a sus derechos maternales y a toda pretensión sobre él; y lo ofrecía a la voluntad del Padre.

Hay un nuevo simbolismo en el hecho de que María pone a su hijo en los brazos de Simeón. Al actuar de esa manera, ella no lo ofrece exclusivamente al Padre, sino también al mundo, representado por aquel anciano. De esa manera, ella representa su papel de madre de la humanidad, y se nos recuerda que el don de la vida viene a través de María.

Todos somos conscientes de la transformación multicultural por la que atravesamos. De ahí la importancia de que el consagrado y la consagrada estén insertos con Jesús, en la vida, en el corazón de estas grandes transformaciones. La misión poner a Jesús en medio de su pueblo, tener un corazón contemplativo, capaz de discernir como Dios va caminando por las calles de nuestras ciudades, de nuestros pueblos, en nuestros barrios. Poner a Jesús en medio de su pueblo, es asumir y querer ayudar a cargar la cruz de nuestros hermanos. Es querer tocar las llagas de Jesús en las llagas del mundo, que está herido y anhela, y pide resucitar. Y así compartamos lo que no nos pertenece: el canto que nace de la esperanza.