Peregrinación

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Peregrinar a Dalías

Sorprenden los caminos del poniente almeriense en los primeros días del mes de septiembre. Por veces que los recorramos, siempre son nuevos, distintos, porque el “peregrinar” hacia el Santo Cristo de la Luz lleva consigo la novedad de la fe, la esperanza del encuentro.

Es probable que muchas personas, al ver la afluencia de peregrinos, se pregunten ¿por qué? ¿para qué?... Y nosotros, los que peregrinamos queremos encontrar la respuesta no en el camino, puesto que en sí mismo no tiene sentido, la hallamos ante la majestuosidad del Crucificado, ante la mirada de quien desde la experiencia de la Cruz, es Luz que ilumina y fuerza que acompaña. ¿Para qué? Para la vida, puesto que el Dios en el que creemos es un Dios de vivos, de VIDA y para la VIDA.

Peregrinar para un cristiano, es "salir de sí mismo", caminar por “tierra extraña” con la mirada puesta en Dios mismo. Sabemos desde dónde comenzamos a caminar, puesto que es nuestra vida, con sus luces y sombras, con las esperanzas y las luchas, también con los dolores que se presentan, la base desde la que partimos. Pero sobre todo, sabemos qué nos mueve y hacia dónde vamos.

Es la fe en Cristo la que nos fortalece en la debilidad para subir las cuestas de la vida, para superar los obstáculos del camino. Es Dios mismo quien viene con nosotros en el rostro y esfuerzo de tantos hermanos nuestros; Dios que se hace uno más para que nosotros nos hagamos uno más con El; es la gracia de Dios quien nos anima y fortalece.

La fe es confianza en Dios, es ponerse en las manos del Padre para que "se cumpla su voluntad". Peregrinar a Dalías para encontrarse con el Santo Cristo de la Luz es ir configurando nuestra existencia con la de quien "por amor a los hombres se hizo Hombre". Sin fe no tiene sentido peregrinar a Dalías. Podemos caminar, correr, ir a la fiesta, y todo ello es legítimo y bueno; pero la grandeza de este pueblo, el orgullo del poniente almeriense no es otro sino el Santo Cristo de la Luz. Y Dalias lo muestra con gozo, se engalana y hace una fiesta continua para que quien peregrina sepa que lo más hermoso y grande que tiene no es otro sino Cristo mismo, de ahí que todos los caminos terminen ante la gran fachada del Templo parroquial, que se abre festivo ante la mirada del que peregrina para el encuentro.

La dureza del camino, el cansancio, la sed... todo ello no tiene importancia, ni perdura en la memoria. Lo importante es el encuentro con Cristo. Podemos poner tres condiciones para peregrinar:
Lo primero de todo es sentir la llamada. No es que yo quiera ponerme en camino, ni siquiera el cumplimiento de la promesa o manda, no parte de mi la iniciativa. Es Cristo mismo quien por miles de caminos me invita a salir de mi para ir al encuentro de El. Por eso no duele el camino, porque se de "quien me fío".

Una vez iniciado el camino, sentir junto a ti a todos los demás que caminan y construyen la misma historia, que aún siendo personal, se construye entre todos. Es necesario tender la mano, agarrarse fuerte al bastón, compartir el agua, la alegría... Eso es la Iglesia, el pueblo que camina al encuentro de Cristo compartiendo con los demás la fe y la esperanza.

Y cuando lleguemos a Dalias, al Templo parroquial, al santuario del Cristo de la Luz que gozoso te abre las manos, te mira, te ama... Entra despacio en la Iglesia, sintiendo los pasos de los demás, pero con la mirada puesta en El. Y contempla. Medita. Reza... Es Cristo quien te mira a los ojos y te dice: te quiero. Y no salgas de la Iglesia sin decirle tú que también le amas, que te ayude, bendiga, proteja.

Y cuando suenen los cohetes a las 12 de la noche del sábado, piensa que cada uno de ellos es una oración y un canto de alabanza. Y pídele que te ayude a vivir como Iglesia, llevando a todos el testimonio de amor de "quien dio la vida por TODOS".

Tomás Cano Rodrigo

Peregrinos en la plaza Peregrinos en Dalías Peregrinos en camino Peregrinos andando