Epifanía a San Juan Bautista durante el Bautismo
Jesús avanza decidido entre el grupo de peregrinos que viene de Galilea; se coloca ante Juan que lo reconoce, y comienza un breve diálogo. Jesús ha llegado al Jordán para ser bautizado por Juan. Pero éste se resiste diciendo: "Soy yo quien necesita ser bautizado por ti, ¿cómo vienes tú a mí?"
Cuando Jesús entra en las aguas y Juan baña su cabeza, son sumergidos todos los pecados de los hombres. Las aguas limpian el cuerpo, y por eso son tomadas como símbolo de la limpieza de las almas que se arrepienten ante Dios de sus pecados. Más no pueden hacer. Pero al sumergirse Jesús en las aguas, las santifica, les da una fuerza nueva. Más adelante, el bautismo lavará con las aguas los pecados hasta la raíz, y dará la nueva vida que Cristo conquistará en su resurrección. Serán, efectivamente, aguas vivas que saltan hasta la vida eterna.
Esta manifestación aparece en el Evangelio según San Mateo: "Y Jesús, después de ser bautizado, subió inmediatamente del agua; y he aquí, los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y se posaba sobre él. Y he aquí, una voz de los cielos que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco." (Mt 3:16-17)