
EL PAPA CIERRA LA PUERTA SANTA DEL JUBILEO Y CLAUSURA EL AÑO DE LA LA MISERICORDIA
Con el cierre de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, el Papa Francisco clausuró hoy 20 de noviembre el Año Santo de la Misericordia, convocado por él en diciembre de 2015.
Antes de iniciar la Misa por la Solemnidad de Cristo Rey del Universo, en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre se dirigió a la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro y presidió la ceremonia de clausura del Año Jubilar.
Durante la homilía, el Pontífice hizo un breve balance de lo que ha supuesto el Año Santo para la Iglesia y aseguró que “aunque se cierra la Puerta Santa, permanece siempre abierta de par en par para nosotros la verdadera puerta de la misericordia, que es el Corazón de Cristo”.
“Este Año de la Misericordia nos ha invitado a redescubrir el centro, a volver a lo esencial. Este tiempo de misericordia nos llama a mirar al verdadero rostro de nuestro Rey, el que resplandece en la Pascua, y a redescubrir el rostro joven y hermoso de la Iglesia, que resplandece cuando es acogedora, libre, fiel, pobre en los medios y rica en el amor, misionera”.
“La misericordia, al llevarnos al corazón del Evangelio, nos exhorta también a que renunciemos a los hábitos y costumbres que pueden obstaculizar el servicio al reino de Dios; a que nos dirijamos sólo a la perenne y humilde realeza de Jesús, no adecuándonos a las realezas precarias y poderes cambiantes de cada época”, explicó.
El Papa invitó a pedir la gracia “de no cerrar nunca la puerta de la reconciliación y del perdón, sino de saber ir más allá del mal y de las divergencias, abriendo cualquier posible vía de esperanza”.
“Como Dios cree en nosotros, infinitamente más allá de nuestros méritos, también nosotros estamos llamados a infundir esperanza y a dar oportunidad a los demás” porque "aunque se cierra la Puerta Santa, permanece siempre abierta de par en par para nosotros la verdadera puerta de la misericordia, que es el Corazón de Cristo. Del costado traspasado del Resucitado brota hasta el fin de los tiempos la misericordia, la consolación y la esperanza”.
Francisco afirmó además que “muchos peregrinos han cruzado la Puerta Santa y lejos del ruido de las noticias han gustado la gran bondad del Señor”.
Por otro lado, el Papa habló de la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo y explicó que “el Evangelio presenta la realeza de Jesús al culmen de su obra de salvación, y lo hace de una manera sorprendente”.
“Este Año de la Misericordia nos ha invitado a redescubrir el centro, a volver a lo esencial. Este tiempo de misericordia nos llama a mirar al verdadero rostro de nuestro Rey, el que resplandece en la Pascua, y a redescubrir el rostro joven y hermoso de la Iglesia, que resplandece cuando es acogedora, libre, fiel, pobre en los medios y rica en el amor, misionera”.
“La misericordia, al llevarnos al corazón del Evangelio, nos exhorta también a que renunciemos a los hábitos y costumbres que pueden obstaculizar el servicio al reino de Dios; a que nos dirijamos sólo a la perenne y humilde realeza de Jesús, no adecuándonos a las realezas precarias y poderes cambiantes de cada época”, explicó.
El Papa invitó a pedir la gracia “de no cerrar nunca la puerta de la reconciliación y del perdón, sino de saber ir más allá del mal y de las divergencias, abriendo cualquier posible vía de esperanza”.
“Como Dios cree en nosotros, infinitamente más allá de nuestros méritos, también nosotros estamos llamados a infundir esperanza y a dar oportunidad a los demás” porque "aunque se cierra la Puerta Santa, permanece siempre abierta de par en par para nosotros la verdadera puerta de la misericordia, que es el Corazón de Cristo. Del costado traspasado del Resucitado brota hasta el fin de los tiempos la misericordia, la consolación y la esperanza”.
Francisco afirmó además que “muchos peregrinos han cruzado la Puerta Santa y lejos del ruido de las noticias han gustado la gran bondad del Señor”.
Por otro lado, el Papa habló de la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo y explicó que “el Evangelio presenta la realeza de Jesús al culmen de su obra de salvación, y lo hace de una manera sorprendente”.