
CUARTO DOMINGO DE CUARESMA
Hoy celebramos el cuarto domingo de Cuaresma, llamado en latín Domingo “Laetare”, es decir, “alégrate”, por la proximidad de la Pascua.
La iglesia se permite este domingo una breve alegría en el carácter sobrio que marca las celebraciones de la Cuaresma. La mayor expresión de este regocijo es el color rosado con que se viste el celebrante.
Las lecturas de hoy conllevan igualmente la alegría, primero, de ver cómo el Señor escoge a su siervo David, el más pequeño de sus 7 hermanos, simplemente porque así lo quiso. La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón”.
En la segunda lectura, San Pablo nos dice que Cristo será la luz que nos guiará. Por eso dice: “Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz”.
En el Evangelio según San Juan que hemos leído hoy, los discípulos de Jesús le preguntan al pasar junto a un ciego de nacimiento: “¿Quién pecó, este o sus padres, para que naciera ciego? Y Jesús les responde: Ni este pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo”. Entonces le devuelve la vista al ciego.
En ocasiones, todos estamos ciegos, nos ciegan muchas cosas en la vida: la ambición, el trabajo, el miedo, la desconfianza, la ira, el orgullo, la rutina, la costumbre. Es bueno romper el ritmo. Hoy se nos invita a abrir los ojos de la fe al mensaje de Jesús, a vivir la vida con actitudes de amor, de alegría, de esperanza, para que así nuestra fe sea iluminada por la luz de la Pascua.
La iglesia se permite este domingo una breve alegría en el carácter sobrio que marca las celebraciones de la Cuaresma. La mayor expresión de este regocijo es el color rosado con que se viste el celebrante.
Las lecturas de hoy conllevan igualmente la alegría, primero, de ver cómo el Señor escoge a su siervo David, el más pequeño de sus 7 hermanos, simplemente porque así lo quiso. La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón”.
En la segunda lectura, San Pablo nos dice que Cristo será la luz que nos guiará. Por eso dice: “Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz”.
En el Evangelio según San Juan que hemos leído hoy, los discípulos de Jesús le preguntan al pasar junto a un ciego de nacimiento: “¿Quién pecó, este o sus padres, para que naciera ciego? Y Jesús les responde: Ni este pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo”. Entonces le devuelve la vista al ciego.
En ocasiones, todos estamos ciegos, nos ciegan muchas cosas en la vida: la ambición, el trabajo, el miedo, la desconfianza, la ira, el orgullo, la rutina, la costumbre. Es bueno romper el ritmo. Hoy se nos invita a abrir los ojos de la fe al mensaje de Jesús, a vivir la vida con actitudes de amor, de alegría, de esperanza, para que así nuestra fe sea iluminada por la luz de la Pascua.